El poeta en su encierro
cronometraba sus días
con residuos de soles y de lunas
que se colaban por una diminuta
ventana en lo alto de su celda
y se estrellaban contra una
clausurada puerta de chapa
un higiénico tacho de pintura
y un sabroso plato de lata
eran la única evidencia
de su humanidad
la temperatura de un pasamanos
la molesta bruma de la mañana
los hipnóticos rayos de una bicicleta
la risa falsa de un quiosquero
el delator polvo en un libro
una vagina agotada vomitando semen
todas las cosas
las palabras y los sueños
ya eran parte de un mundo
que se rehusaba a convertirse
en luz
en tiempo
La crujiente sequedad de las horas
fue borrando su cuerpo
y sólo quedó de él
un rastro de mierda oscura en la pared
que decía:
“todas las puertas
son
salidas de emergencia”
No hay comentarios:
Publicar un comentario