el choro saudadiano
teclea sus primeras
y nos mira de reojo
con una sonrisita
apestosa y amarillenta
enseguida los pelitos de nuestra nariz
empiezan a impregnarse
de huasca masturbatoria
brasilera
nos inunda
pegajoso el aliento
el calor de su sangre
excesiva
impertinente
nos asfixia
hasta desvanecernos
tirados en el piso
semidesnudos
harapientos
y golpeados:
barrera del tren
parque amanecido
interneteano
sub 11
padre abuelo
estupro talibán
sanjuanino
frutillita desvirgada
por hordas de vecinos
justicieros
dios y su madre
en las camisetas
pegadas
a las negras
tetotas
una y otra
vez
nos hipnotizan
para violarnos
la belleza del descontrol
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